Carlitos Páez cuenta en un libro su adicción a las
drogas y cómo se recuperó: es su "segunda cordillera".
DÉBORAH FRIEDMANN
Adicto significa "no dicho", un silencio que Carlitos Páez siente que hace daño. Daño en una familia cuando temas como las drogas no se tocan, daño cuando se habla de los consumidores pero no de que es posible recuperarse. Un círculo que él, con la ventaja de ser una persona pública, cree que puede contribuir a romper al compartir su experiencia.
Así nació Carlitos Páez: mi segunda cordillera (Linardi y Risso), un libro escrito por Miguel Ángel Campodónico que relata la segunda odisea de este sobreviviente de la tragedia de los Andes: poder abandonar las drogas.
Alcohol, marihuana, psicofármacos, cocaína. Internaciones, terapias, soledad, decadencia. Un mundo plagado de mentiras, de que el "te quiero" venga de un traficante. Miedos, esperanzas, rupturas. Después, encuentros, una vida "con luz". Una historia, que como el mismo Páez admite, no difiere sustancialmente de la que puede contar otro adicto recuperado.
Pero él no es cualquiera, es uno de los 16 sobrevivientes de los 45 pasajeros
del avión que el 13 de octubre de 1972 se estrelló en la cordillera de los
Andes. Una historia conmovedora, la "más increíble protagonizada por gente
común" según sus propias palabras, eje de las conferencias motivacionales que
brinda.
A Páez le juega también a favor el tiempo. En 2011 cumplió 20 años sin drogas, un lapso suficiente para afrontar con madurez la exposición masiva por este tema y que le brinda perspectiva, aunque revivir ese período no le fue fácil. "La verdad es que me costó mucho revolver el pasado. De alguna manera yo ya volví a ser un civil, como decimos nosotros los adictos. Entonces, otra vez hablar de aquella época me duele y me aburre", dice.
¿Por qué lo hace entonces? Dice que porque cree que es su momento de devolverle a la sociedad lo que le brindó. Y porque si como ya le pasó una vez cuando mencionó su adicción al alcohol en el programa de Mirtha Legrand - "ya me lo tomé todo", dijo al rechazar una copa de champagne-, narrar su experiencia puede ayudar a otro a emprender la salida de las adicciones, para él ya valió la pena.
DEPENDENCIA. Para Páez esta "segunda cordillera" que vivió poco tiene relación con la primera. "No soy adicto por los Andes, eso ya venía conmigo, en todo caso la cordillera fue el campo propicio para que yo me largara por un camino fácil, un camino que estaba lleno de frivolidad y de insensatez. Yo no voy a echarle la culpa a la cordillera de mis adicciones", señala en el libro.
Comenzó la recuperación el 29 de octubre de 1991. Todavía estaba internado en el Hospital Británico por su adicción a los medicamentos. Salía únicamente para concurrir a un grupo de Narcóticos Anónimos. Lo que encontró allí sí lo hizo recordar a lo que había sentido en la cordillera. "Fue como ver otra vez a los helicópteros", comenta, refiriéndose al momento del rescate tras 72 días en los Andes.
Lo que para Páez une a ambas experiencias es la sensación de libertad. Primero había peleado para que esos helicópteros finalmente llegaran a buscarlos. Esta lucha era por quedar libre del alcohol y las demás drogas. "Porque la dependencia te ata a la libertad, sos dependiente de la droga, del que te la vende, vivís para y por la droga", afirma.
Lo que Páez pudo ver allí es que mientras sus compañeros de generación evolucionaban, él iba para atrás. Que había vencido la muerte en los Andes pero que se estaba matando de otra manera.
Lo ayudó que le dijeran que sólo uno de cada cien de los que ingresaban a esos grupos llegaba a cumplir un año sin consumir. Se aferró a eso con todas sus fuerzas, aunque también el desafío le provocaba temor. Y aprendió que pese a haber sobrevivido a los Andes también tenía derecho a tener miedo.
Lo logró. Veinte años después también sabe con certeza que esa estadística era real. Que él pudo pero que otros no. Porque aún son adictos o porque se murieron. Pero Páez rescata en la vida y en el libro la esperanza, el que sí se puede. Si se es humilde. Si se pide ayuda. Y si se la encuentra.
"Salir es empezar a transitar por ese camino de la abstinencia, empezar a darse cuenta, a valorar el primer día sin drogas, la primera semana sin drogas, el primer mes sin drogas, ir viendo en tu patrimonio espiritual las cosas que vas ganando".
"Al final todo esto radica en una palabra que se llama humildad. Con humildad podes salir adelante".
Fuente: El Pais
Adicto significa "no dicho", un silencio que Carlitos Páez siente que hace daño. Daño en una familia cuando temas como las drogas no se tocan, daño cuando se habla de los consumidores pero no de que es posible recuperarse. Un círculo que él, con la ventaja de ser una persona pública, cree que puede contribuir a romper al compartir su experiencia.
Así nació Carlitos Páez: mi segunda cordillera (Linardi y Risso), un libro escrito por Miguel Ángel Campodónico que relata la segunda odisea de este sobreviviente de la tragedia de los Andes: poder abandonar las drogas.
Alcohol, marihuana, psicofármacos, cocaína. Internaciones, terapias, soledad, decadencia. Un mundo plagado de mentiras, de que el "te quiero" venga de un traficante. Miedos, esperanzas, rupturas. Después, encuentros, una vida "con luz". Una historia, que como el mismo Páez admite, no difiere sustancialmente de la que puede contar otro adicto recuperado.
A Páez le juega también a favor el tiempo. En 2011 cumplió 20 años sin drogas, un lapso suficiente para afrontar con madurez la exposición masiva por este tema y que le brinda perspectiva, aunque revivir ese período no le fue fácil. "La verdad es que me costó mucho revolver el pasado. De alguna manera yo ya volví a ser un civil, como decimos nosotros los adictos. Entonces, otra vez hablar de aquella época me duele y me aburre", dice.
¿Por qué lo hace entonces? Dice que porque cree que es su momento de devolverle a la sociedad lo que le brindó. Y porque si como ya le pasó una vez cuando mencionó su adicción al alcohol en el programa de Mirtha Legrand - "ya me lo tomé todo", dijo al rechazar una copa de champagne-, narrar su experiencia puede ayudar a otro a emprender la salida de las adicciones, para él ya valió la pena.
DEPENDENCIA. Para Páez esta "segunda cordillera" que vivió poco tiene relación con la primera. "No soy adicto por los Andes, eso ya venía conmigo, en todo caso la cordillera fue el campo propicio para que yo me largara por un camino fácil, un camino que estaba lleno de frivolidad y de insensatez. Yo no voy a echarle la culpa a la cordillera de mis adicciones", señala en el libro.
Comenzó la recuperación el 29 de octubre de 1991. Todavía estaba internado en el Hospital Británico por su adicción a los medicamentos. Salía únicamente para concurrir a un grupo de Narcóticos Anónimos. Lo que encontró allí sí lo hizo recordar a lo que había sentido en la cordillera. "Fue como ver otra vez a los helicópteros", comenta, refiriéndose al momento del rescate tras 72 días en los Andes.
Lo que para Páez une a ambas experiencias es la sensación de libertad. Primero había peleado para que esos helicópteros finalmente llegaran a buscarlos. Esta lucha era por quedar libre del alcohol y las demás drogas. "Porque la dependencia te ata a la libertad, sos dependiente de la droga, del que te la vende, vivís para y por la droga", afirma.
Lo que Páez pudo ver allí es que mientras sus compañeros de generación evolucionaban, él iba para atrás. Que había vencido la muerte en los Andes pero que se estaba matando de otra manera.
Lo ayudó que le dijeran que sólo uno de cada cien de los que ingresaban a esos grupos llegaba a cumplir un año sin consumir. Se aferró a eso con todas sus fuerzas, aunque también el desafío le provocaba temor. Y aprendió que pese a haber sobrevivido a los Andes también tenía derecho a tener miedo.
Lo logró. Veinte años después también sabe con certeza que esa estadística era real. Que él pudo pero que otros no. Porque aún son adictos o porque se murieron. Pero Páez rescata en la vida y en el libro la esperanza, el que sí se puede. Si se es humilde. Si se pide ayuda. Y si se la encuentra.
El dato
CONSEJOS para empezar
"El tema es cómo empezar. Empezás a transitar por un camino diferente, a ver un camino de logros, amor, familia. El final de un adicto es muy triste, terminan solos, abandonados. Cuando vos estás sin consumir la gente se te empieza a arrimar por simplemente el hecho de estar sin consumir","Salir es empezar a transitar por ese camino de la abstinencia, empezar a darse cuenta, a valorar el primer día sin drogas, la primera semana sin drogas, el primer mes sin drogas, ir viendo en tu patrimonio espiritual las cosas que vas ganando".
"Al final todo esto radica en una palabra que se llama humildad. Con humildad podes salir adelante".
Fuente: El Pais
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