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sábado, 14 de enero de 2012
Hablemos de Adicciones: La oculta adicción a los tranquilizantes
Hablemos de Adicciones: La oculta adicción a los tranquilizantes: El simple acto de ingerir a diario una pastilla puede ser el comienzo de un camino de adicción El estrés, la ansiedad, y los diversos proble...
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jueves, 22 de diciembre de 2011
Química y adicción. Intolerancia artificial
Despedimos este concurso que conmemora el Año Internacional de la Química con un enigma molecular protagonizado por una sustancia química cuya principal aplicación se descubrió por casualidad. Es el disulfiram, principio activo del Antabus, un medicamento muy versátil que se usa sobre todo para tratar el alcoholismo.
POR CASUALIDAD
POR CASUALIDAD
No es extraño en este concurso que tratemos un descubrimiento casual. Estos ‘accidentes’ son muy habituales en la historia de la ciencia. Lo extraordinario del medicamento que protagoniza nuestro último enigma molecular es que debe su principal uso a un efecto secundario muy desagradable, debido a la interacción con otra sustancia química muy común.
La historia del disulfiram (apodo del disulfuro de tetraetiltiuram) está llena de casualidades y viene de una época en la que los medicamentos llegaban al mercado tras algunos pasos que hoy nos resultan muy chocantes, casi de película. Esta sustancia fue descubierta en los años veinte y deriva de un compuesto usado en la vulcanización del caucho.
Durante la II Guerra Mundial unos investigadores daneses estudiaban la aplicación del disulfiram como medicamento para tratar infecciones de parásitos, en concreto gusanos intestinales. Jens Hald y Erik Jacobsen trabajaban en la empresa farmacéutica Medicinalco, donde existía la norma de que los científicos probasen ellos mismos los medicamentos que estudiaban, en busca de posibles efectos secundarios.
Esa práctica, que en las películas de ciencia ficción nunca acaba bien, en la realidad dio unos resultados inquietantes. Hald y Jacobsen comenzaron a tomar disulfiram cada día y, al poco tiempo,ambos coincidieron en que sufrían ataques de un fuerte malestar. No sospechaban la causa y solo sabían que los ataques solían producirse después de algunas comidas, pero no de todas.
Circulan varias versiones de lo que pasó después. La más cinematográfica nos presenta una escena en la que los dos investigadores se reúnen para cenar y discutir la causa de ese fuerte y errático efecto secundario, que producía enrojecimiento, taquicardia, náuseas y vómitos. Sin haber avanzado mucho durante la cena, decidieron tomarse un buen licor. Y fue entonces cuando se produjo el ‘momento ¡Eureka!’.
En este caso el alcohol fue una inspiración muy desagradable. A los pocos minutos de tomarse la copa, les sobrevino un nuevo ataque. Pasado el mal trago, les quedó muy claro que el disulfiram producía una intolerancia al alcohol. Revisando las notas de su autoensayo clínico, confirmaron su hipótesis: todos los ataques anteriores se habían producido tras comidas en las que habían tomado alguna bebida alcohólica.
Sin embargo, los dos investigadores no le dieron mayor importancia entonces a su descubrimiento. Años más tarde, en 1947, Jacobsen contó la anécdota a unos médicos y uno de ellos pensó en las posibilidades del disulfiram como tratamiento contra el abuso del alcohol. Así nació un medicamento, de nombre comercial Antabuse, que tuvo un rápido éxito. Hasta entonces, los intentos de tratamiento del alcoholismo no tenían base científica e incluían la hipnosis.
ASÍ FUNCIONA
Hoy sabemos cómo funciona el disulfiram. Nuestro cuerpo procesa el alcohol que ingerimos degradándolo con varias enzimas. En un primer paso se transforma en acetaldehído, un compuesto bastante más tóxico que el alcohol. El disulfiram bloquea la enzima que transforman el acetaldehído en el inofensivo ácido acético. Así se va acumulando el acetaldehído, que produce ese malestar fuerte y nauseabundo. Por eso, quien haya ingerido el medicamento, tendrá una rápida reacción al alcohol, en forma de una monumental resaca.
PRINCIPIO ACTIVO MUY VERSATIL
Conectando con su aplicacion inicial, aunque no la mas popular, el disulfiram ha demostrado su utilidad para tratar infecciones intestinales causadas por parásitos. No son gusanos, como los que trataban de combatir los investigadores que descubrieron la nauseabunda interaccion del disulfiram y el alcohol. Ahora este medicamento se utiliza contra parásitos microscópicos, en concreto protozoos flagelados como la Giardia, que causa una grastroenteritis muy común.
El disulfiram tambien es activo contra otro protozoo flagelado, Trichomonas vaginalis, que causa unas infecciones en el tracto urogenital, que son muy comunes y de transmisión sexual. Una vía común con el VIH, que nos lleva a una posible nueva aplicación del medicamento. En 2011 arrancó un ensayo clínico sobre la utilidad del disulfiram para erradicar las reservas de este virus en pacientes seropositivos, en combinación con otros medicamentos. Este estudio promete avanzar en el conocimiento de cómo podemos ayudar a nuestro sistema inmunitario a combatir el VIH.
Más allá de las potenciales aplicaciones, el disulfiram ya ha demostrado eficiacia para tratar un tipo de cáncer, en concreto un melanoma ocular en estado de metástasis. Y también hay ensayos clínicos en marcha sobre su uso en terapias contra el cáncer de pulmón y el de hígado.
La historia del disulfiram (apodo del disulfuro de tetraetiltiuram) está llena de casualidades y viene de una época en la que los medicamentos llegaban al mercado tras algunos pasos que hoy nos resultan muy chocantes, casi de película. Esta sustancia fue descubierta en los años veinte y deriva de un compuesto usado en la vulcanización del caucho.
Durante la II Guerra Mundial unos investigadores daneses estudiaban la aplicación del disulfiram como medicamento para tratar infecciones de parásitos, en concreto gusanos intestinales. Jens Hald y Erik Jacobsen trabajaban en la empresa farmacéutica Medicinalco, donde existía la norma de que los científicos probasen ellos mismos los medicamentos que estudiaban, en busca de posibles efectos secundarios.
Esa práctica, que en las películas de ciencia ficción nunca acaba bien, en la realidad dio unos resultados inquietantes. Hald y Jacobsen comenzaron a tomar disulfiram cada día y, al poco tiempo,ambos coincidieron en que sufrían ataques de un fuerte malestar. No sospechaban la causa y solo sabían que los ataques solían producirse después de algunas comidas, pero no de todas.
Circulan varias versiones de lo que pasó después. La más cinematográfica nos presenta una escena en la que los dos investigadores se reúnen para cenar y discutir la causa de ese fuerte y errático efecto secundario, que producía enrojecimiento, taquicardia, náuseas y vómitos. Sin haber avanzado mucho durante la cena, decidieron tomarse un buen licor. Y fue entonces cuando se produjo el ‘momento ¡Eureka!’.
En este caso el alcohol fue una inspiración muy desagradable. A los pocos minutos de tomarse la copa, les sobrevino un nuevo ataque. Pasado el mal trago, les quedó muy claro que el disulfiram producía una intolerancia al alcohol. Revisando las notas de su autoensayo clínico, confirmaron su hipótesis: todos los ataques anteriores se habían producido tras comidas en las que habían tomado alguna bebida alcohólica.
Sin embargo, los dos investigadores no le dieron mayor importancia entonces a su descubrimiento. Años más tarde, en 1947, Jacobsen contó la anécdota a unos médicos y uno de ellos pensó en las posibilidades del disulfiram como tratamiento contra el abuso del alcohol. Así nació un medicamento, de nombre comercial Antabuse, que tuvo un rápido éxito. Hasta entonces, los intentos de tratamiento del alcoholismo no tenían base científica e incluían la hipnosis.
ASÍ FUNCIONA
Hoy sabemos cómo funciona el disulfiram. Nuestro cuerpo procesa el alcohol que ingerimos degradándolo con varias enzimas. En un primer paso se transforma en acetaldehído, un compuesto bastante más tóxico que el alcohol. El disulfiram bloquea la enzima que transforman el acetaldehído en el inofensivo ácido acético. Así se va acumulando el acetaldehído, que produce ese malestar fuerte y nauseabundo. Por eso, quien haya ingerido el medicamento, tendrá una rápida reacción al alcohol, en forma de una monumental resaca.
PRINCIPIO ACTIVO MUY VERSATIL
Conectando con su aplicacion inicial, aunque no la mas popular, el disulfiram ha demostrado su utilidad para tratar infecciones intestinales causadas por parásitos. No son gusanos, como los que trataban de combatir los investigadores que descubrieron la nauseabunda interaccion del disulfiram y el alcohol. Ahora este medicamento se utiliza contra parásitos microscópicos, en concreto protozoos flagelados como la Giardia, que causa una grastroenteritis muy común.
El disulfiram tambien es activo contra otro protozoo flagelado, Trichomonas vaginalis, que causa unas infecciones en el tracto urogenital, que son muy comunes y de transmisión sexual. Una vía común con el VIH, que nos lleva a una posible nueva aplicación del medicamento. En 2011 arrancó un ensayo clínico sobre la utilidad del disulfiram para erradicar las reservas de este virus en pacientes seropositivos, en combinación con otros medicamentos. Este estudio promete avanzar en el conocimiento de cómo podemos ayudar a nuestro sistema inmunitario a combatir el VIH.
Más allá de las potenciales aplicaciones, el disulfiram ya ha demostrado eficiacia para tratar un tipo de cáncer, en concreto un melanoma ocular en estado de metástasis. Y también hay ensayos clínicos en marcha sobre su uso en terapias contra el cáncer de pulmón y el de hígado.
Fuente Heraldo.es
jueves, 15 de diciembre de 2011
Antidepresivos, "un mito de la cura química"
Se cree que los medicamentos para tratar la depresión y otros problemas emocionales actúan en el cerebro revirtiendo un desequilibrio químico.

No hay evidencia convincente de que existan desequilibrios en los sistemas químicos cerebrales.
Al menos esa es la teoría que ha circulado en las últimas dos décadas: que si sufrimos algún trastorno emocional la causa puede estar en los compuestos químicos que actúan en nuestro cerebro.
Y lo más probable es que se nos dé un fármaco diseñado para corregir ese desequilibrio químico.
Pero según la doctora Joanna Moncrieff, del Departamento de Ciencias de Salud Mental de la Universidad de Londres lo único que hacen estos medicamentos es poner a la gente en un "estado artificial inducido".
Según la investigadora, antes de tomar uno de estos medicamentos, los pacientes deben estar mucho mejor informados sobre la forma cómo estos compuestos actúan y los efectos que producen.
Tal como dijo la experta a la BBC, no son sólo los médicos los que se han encargado de decirnos que necesitamos tabletas para corregir nuestros "desequilibrios químicos".
"Revistas, periódicos, organizaciones de pacientes y sitios de internet, todos han publicitado la idea de que enfermedades como la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia y el trastorno bipolar pueden ser tratados con medicamentos que ayuden a rectificar un problema cerebral subyacente".
Según la doctora Moncrieff, "igual que a un diabético se le dice que necesita tomar insulina, a la gente con esquizofrenia y otras enfermedades se le dice que debe tomar medicamentos psiquiátricos para el resto de su vida para estabilizar sus compuestos químicos cerebrales".
El problema, agrega, es que hay muy poca justificación para esta visión de los medicamentos psiquiátricos.
Estados alterados
Una de las teorías en las que se basan los medicamentos para la depresión, ansiedad y otros trastornos emocionales, es que hay un desequilibrio en el nivel de serotonina -un compuesto químico cerebral que funciona en el sistema nervioso como neurotransmisor y que se cree está involucrado en el estado de ánimo del individuo.
Pero tal como señala la investigadora "primero, aunque las ideas como la teoría de la serotonina en la depresión han sido publicitadas ampliamente, la investigación científica no ha detectado hasta ahora ninguna anormalidad en el sistema de la serotonina en personas que están deprimidas".
La gente necesita tomar decisiones informadas sobre si el consumo de fármacos psicoactivos es una forma útil de manejar sus problemas emocionales. Pero para poder hacer esto con responsabilidad, los médicos y sus pacientes necesitan mucha más información sobre la naturaleza de los medicamentos psiquiátricos y los efectos que producen
Dra. Joanna Moncrieff
"Segundo, a menudo se dice que el hecho de que el tratamiento farmacológico 'funciona' demuestra que existe una deficiencia biológica subyacente".
Pero, agrega, "hay otra explicación para la forma como los medicamentos psiquiátricos afectan a las personas con problemas emocionales".
"A menudo se pasa por alto que los fármacos usados en psiquiatría son drogas psicoactivas, como el alcohol o la marihuana. Las drogas psicoactivas hacen a la gente sentirse diferente, la colocan en un estado mental y físico alterado. Y esto afecta a todos, independientemente de si tienen el trastorno o no".
Es por eso, afirma la experta, que para entender cómo afectan a las personas estos fármacos hay que entender cuáles son los efectos psicoactivos que producen.
Los llamados medicamentos antipsicóticos, por ejemplo, "sofocan" los pensamientos y emociones, lo cual puede ser útil en personas con psicosis.
Los fármacos como el valium producen un estado de relajación y mareo placentero, lo cual puede reducir la ansiedad y la agitación.
Los llamados "antidepresivos" provienen de varias familias químicas distintas y producen efectos variados.
Falta de información
La opinión sobre los fármacos psiquiátricos ha cambiado mucho desde los 1960, pero la doctora Moncrieff cree que gradualmente se les ha ido considerando como tratamientos específicos para enfermedades específicas, o panaceas, y los efectos psicoactivos que producen se han ido olvidando.

Millones de personas toman antidepresivos en todo el mundo.
"Sin embargo -dice la investigadora- esta transformación no se ha basado en ningún evidencia convincente.
"Creo que lo más probable es que estos fármacos 'funcionan' produciendo estados inducidos por drogas que surpimen u 'ocultan' los problemas emocionales.
"Esto no significa que los fármacos psiquiátricos no puedan, a veces, ser útiles. Pero la gente necesita estar consciente de los efectos que producen y de lo que hacen.
"Por el momento se está alentando a la gente a creer que si toma una píldora esto la hará sentirse mejor porque está corrigiendo algún defecto en sus procesos cerebrales.
"Esto suena muy bien. Si su cerebro no está funcionando apropiadamente y un fármaco puede lograr que trabaje mejor, entonces tiene sentido tomarse una píldora", dice la científica.
"Pero, si por otra parte, le damos a la gente la información completa, quizás el tratamiento farmacológico no sea tan buena idea.
"Si le decimos a la gente que no tenemos ni idea de lo que pasa en su cerebro, pero que puede tomar el fármaco que la hará sentirse diferente y podría ayudarle a suprimir sus pensamientos y sentimientos, entonces mucha gente quizás preferirá no tomar esos medicamentos".
La investigadora subraya que la gente que está severamente trastornada o angustiada quizás acogerá con beneplácito esos efectos, al menos por un tiempo.
Pero agrega que "la gente necesita tomar decisiones informadas sobre si el consumo de fármacos psicoactivos es una forma útil de manejar sus problemas emocionales.
"Pero para poder hacer esto con responsabilidad, los médicos y sus pacientes necesitan mucho más información sobre la naturaleza de los medicamentos psiquiátricos y los efectos que producen", expresa la científica.
Fuente: BBC Mundo- Ciencia
Fuente: BBC Mundo- Ciencia
jueves, 22 de septiembre de 2011
Thomas Steitz, premio Nobel: "Muchas farmacéuticas cierran sus investigaciones sobre antibióticos porque curan a la gente"
El investigador norteamericano denuncia que los laboratorios sólo investigan en medicamentos que sea necesario tomar durante "toda la vida"
Thomas Steitz, premio Nobel: "Muchas farmacéuticas cierran sus investigaciones sobre antibióticos
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